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"EL ESCULTOR riojano Isidoro Sáenz, afincado aquí desde hace años,
expone, en el Palacio de la Audiencia, hasta el próximo 15 de marzo, una
interesante muestra de su producción con el reclamo de ‘Función y
forma’. Es en hierro forjado. Valga decir que Isidoro fue aplicado
aprendiz en la vieja Escuela de Artes y Oficios de Soria. Y es que la
forja de hierro es una actividad tradicional, antiquísima, que el hombre
ha venido practicando desde tiempo inmemorial. Pues son muchos los
ritos, mitos y símbolos asociados a ese quehacer exótico de herreros y
alquimistas, cuyos secretos se han transmitido de generación en
generación a través de ritos iniciáticos, e ilustra los cambios de la
actitud mágico-religiosa de los hombres del mundo preindustrial con
respecto a la materia desde el preciso momento en que descubren su poder
para cambiar el modo de ser de los minerales.
Por consiguiente, Isidoro Sáenz –por vocación y práctica– ha crecido a
maestro artesano domador del hierro. A la manera del Hefaistos griego o
el Vulcano romano se enfrenta a diario a este metal dúctil, maleable y
magnético en su fragua de Oteruelos. Un sencillo fogón donde caldea el
hierro al rojo vivo, después lo pone sobre el yunque y le da golpes con
un martillo para empezar a moldearlo, a la vez que lo enfría con agua
sucesivamente –así resiste el óxido y puede soldarse con facilidad– para
ir fabricando herramientas y objetos. No conforme con ello, Sáenz se ha
atrevido a soñar ‘castillos en el aire’, convirtiéndose así en
herrero-escultor. Todo un artista. Da fe de ello su trayectoria con
premios conseguidos, sus intervenciones y performances, sus
colaboraciones y su obra pública.
Ahora, en esta exposición, Isidoro Sáenz presenta un buen número de
piezas que, en su mayoría, son ideas y sueños forjados en hierro.
Levitan por la sala tubulares y demás curvaturas que se cruzan, se
separan y juntan, cosidas con remaches. Otras formas, erguidas, parecen
transmitirnos sentimientos humanos. Hay una pescadilla que se muerde la
cola. Un Quijote. Y hasta atletas de clavos y un árbol, reciclados. Y la
luz traza sombras que agrandan su misterio. El espectador curioso no
hará la vista gorda, ni sentirá el vacío, pues notará su asombro ante
esta armoniosa expresión de la belleza hecha poesía metálica." Jose María Martínez Laseca
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